lunes, 26 de octubre de 2015

¿Comprendes ya que un poema cabe en un verso?

Gustavo Adolfo Bécquer
Gustavo Adolfo Bécquer
La Rima XXIX de Gustavo Adolfo Bécquer esconde tras de sí siete siglos de tradición literaria europea a través de los cuales se repite una escena: un amor adúltero que se consuma tras la lectura de otros amores similares. ¿Quieres saber todo lo que Bécquer quiso decir con su Rima XXIX? Los amantes protagonistas de estas historias te esperan en este post.


RIMA XXIX

                       La bocca mi bacció tutto tremante..

  Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros,
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
.........................
..........................
  Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
-¡Ya lo comprendo!


En la Europa del siglo XII renacen, en lenguas vulgares, la lírica y la novela. Primero en lengua francesa, pero pronto en otros idiomas, se configuran y expresan los ideales poéticos de la cortesía y los anhelos caballerescos. Es la eclosión del mundo literario del amor cortés y de las aventuras caballerescas que pronto se difundirán por la Europa occidental.

En esta época, Andrés el Capellán, que en un primer momento defendió las ideas de la lírica trovadoresca, rechaza en su tratado De amore estas mismas ideas para demostrar que el amor carnal es incompatible con el amor a Dios e inaceptable para la moral católica. Se inspira en la larga tradición misógina para argumentar que la mujer es la encarnación de todos los vicios, e indica que el amor es el más terrible de los pecados y merecedor de los peores castigos.

Mientras la realidad histórica va amenazando el porvenir de la caballería, la literatura idealiza las aventuras de los paladines caballerescos. La Iglesia institucionaliza el matrimonio como sacramento y se adjudica el poder de unir y desunir el vínculo matrimonial, pero el amor cortés exalta la pasión y las formas poéticas y refinadas del erotismo, postulando la soberanía y libertad para el amor.

LANCELOT Y GINEBRA.

La historia de amor adúltera entre Lancelot y Ginebra, perteneciente a la literatura francesa del siglo XII, es el punto de partida de la Rima XXIX de Bécquer. Lady Ginebra, casada con el Rey Arturo, y Sir Lancelot, caballero de la Mesa Redonda del Rey, se enamoran y sucumben a dicho amor.

El mundo artúrico fascinó a los escritores de Europa occidental, y sus personajes configuraron tipos de conducta concretos. La caballería y el amor cortés estaban, como ya hemos mencionado, profundamente ligados en la literatura de la época. Lancelot reúne todos los requisitos del gentilhombre cortés, es el caballero que prevalece sobre todos los demás por guiarse de Amor. Por lo tanto, sus amores con Ginebra eran, a pesar de adúlteros, totalmente lícitos según los parámetros del amor cortés.

FRANCESCA Y PAOLO EN EL CANTO V DEL INFIERNO (LA DIVINA COMEDIA).

Las aventuras de Lancelot y Ginebra propician el episodio adúltero entre Paolo de Malatesta y Francesca de Rimini, que Dante relata en el Canto V de la Divina Comedia (siglo XIV).

Casada sin amor a Giovanni de Malatesta, señor de Rimini, Francesca descubre su verdadera pasión por el hermano de éste, Paolo. La tentación física de la pareja enamorada surge mientras leían el relato francés sobre los Caballeros de la Mesa Redonda: Lancelot, oprimido por el amor y ante la insistencia de Ginebra, esposa del rey Arturo, le revela su amor. Cuando resuena la risa de Ginebra y es besada por Lancelot, el relato llega a su clímax, y Paolo y Francesca, seducidos por la lectura, se besan. En ese momento, Giovanni de Malatesta, el marido y hermano traicionado, los sorprende y los asesina. Los amantes culpables son encontrados por Dante en el círculo del Infierno destinado a los pecadores de la carne, donde le relatan estos hechos.

En el Canto V, Francesca no representa lo divino, ella es lo humano y lo terrestre, es frágil y apasionada. No tiene ninguna cualidad vulgar ni malvada, pero tampoco ninguna buena; parece que en ella no puede caber otro sentimiento que el amor. En su mente era imposible que la cosa sucediera de otro modo, ya que Amor es una fuerza a la que no se puede resistir, y, al tratarse de una fuerza ajena al alma, en su beso con Paolo hay flaqueza, pero no depravación. Se trata de un amor que se aferra visceralmente al corazón. Francesca no disimula, no oculta nada cuando le relata lo ocurrido a Dante-personaje en el Canto V: en ella no hay excusas ni arrepentimiento, y tampoco en Paolo. Para él, el amor fue necesidad de corazón gentil; para ella, necesidad de mujer amada.

El joven Dante, que rendía tributo al ordenamiento de valores poéticos de Dolce Stil Nuovo, donde el mundo del poeta estaba gobernado por la nobleza de espíritu y el corazón gentil, se aleja poco a poco de la idea de que la mujer amada es una especie de mediadora entre él y Dios para mostrarnos la eterna condena de la literatura cortés representada a través de Paolo y Francesca. El Dante-personaje se apiada de los amantes en el Canto V, pero el Dante-intelectual no admite la inmoralidad del amor como doctrina y del proceso amoroso sometido al código cortés de este tipo de literatura, ya que el amor nos aparta de la verdadera búsqueda y nos aleja de Dios, por lo que nuestro deber es rechazar los valores subjetivos y los placeres carnales.

BÉCQUER Y SU AMADA.

La verdadera condena que impone Dante a los amantes de Rimini es el recuerdo idealizado de una felicidad absoluta que han perdido. Sin embargo, los románticos no entienden esta condena y piensan que Dante se pone del lado de los amantes.

Bécquer repite la escena en su Rima XXIX. Tanto es así, que, para encabezar el poema, escoge el verso La bocca mi bacció tutto tremante (que podemos traducir como “la boca me besó todo tembloroso”) pronunciado por Francesca en el Canto V.

Muy juntos, el poeta y una mujer de rizos negros (probablemente casada), leen el episodio de Paolo y Francesca en la Divina Comedia. Bécquer, en la breve escena, sigue estrechamente a Dante, incorporando solo una ligera innovación: el roce de los rizos negros de la mujer en su mejilla. El resto es transcripción del relato dantesco con alguna que otra modificación, hasta llegar al beso: la intimidad, la complicidad de la lectura del hombre y la mujer, que bajan los ojos a los renglones y los suben, atraídos por otros ojos, el libro cómplice, la fuerza oculta de la palabra escrita… Una vez más, esta vez en el siglo XIX, la escena aparece en la historia de la literatura. Sin embargo, aquí el hecho no aparece condenado, sino que Bécquer lo aprovecha con una intención metapoética: un poema cabe en un verso.

¿Por qué esta aproximación de Bécquer a Dante? Las Rimas de Bécquer se entienden cada vez más en su conjunto como un itinerario espiritual del poeta, con una parte ascendente y otra que cae precipitándose, ligadas, en su mayor parte, al acercamiento o rechazo de la mujer como sujeto que piensa, evoca y poetiza. Bécquer, en un momento, se superpone sobre Dante, se funde con él, y lo busca por la modernidad del florentino, que realizó un viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, recorriendo un camino que le condujo de Francesca a Beatrice.

1 comentario:

  1. Qué análisis más interesante. Nunca pensé que este poema tuviera tanta historia detrás. Me parece muy interesante el blog, estoy aprendiendo un montón con él, ¡enhorabuena!

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