Apolo persiguiendo a Dafne, Jan Van Eyck. |
El mito de Dafne y Apolo.
Esta narración se remonta a la disputa que mantuvieron el dios Apolo y el dios Eros. Apolo, hijo de Zeus, era un experto cazador y manejaba a la perfección el arco y las flechas. Un día, orgulloso de sus habilidades en el terreno de la caza, se burló de Eros por portar armas similares a las suyas y estar practicando con ellas. Ofendido y humillado por las palabras de Apolo, el joven Eros urdió una terrible venganza contra su detractor: le disparó una flecha de oro, cuyo efecto fue el profundo e inmendiato enamoramiento de Dafne, hija de la diosa Gea y del río Ladón (o, según la versión, del río Peneo). Para que ese amor nunca fuese correspondido, Eros disparó a Dafne con una flecha de plomo, que provocó un absoluto rechazo por Apolo.
Cegado por el amor, Apolo se dispuso a capturar a Dafne para hacerla suya, y, tras una agitada persecución en la que Dafne se resistió hasta la saciedad a ser capturada y en la que Apolo estaba a punto de alcanzarla, la bella joven imploró ayuda divina para evitar ser apresada. En ese momento, se produjo la famosa metamorfosis de Dafne, que fue convertida en laurel por los dioses.
Apolo, abrazado al árbol en el que se había transformado su amada delante de sus propios ojos, lo acarició y lo besó, sabiendo que su amor jamás podría ya realizarse. El dios cubrió sus cabellos con una corona hecha por hojas del árbol y de ese modo sintió que jamás se separaría de ella.
Soneto XIII de Garcilaso de la Vega.
El lamento por el amor no correspondido es una constante en los versos del poeta renacentista Garcilaso de la Vega (1501-1536), por eso no es de extrañar que el poeta se sirviera del mito de Dafne y Apolo para la expresión de este sentimiento. Además, la reelaboración de las narraciones mitológicas fue recurrente en el Renacimiento, dado el interés de los artistas de esta época por recuperar la esencia de la Antigüedad.
Soneto XIII, Garcilaso de la Vega.
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Garcilaso no recrea el mito en su soneto, sino que lo libera de toda anécdota. No explica el motivo por el que Dafne y Apolo han llegado a esa situación; su interés se limita al dolor de Apolo mientras pierde a su amada. La metamorfosis de Dafne aparece magistralmente descrita de un modo progresivo en los dos cuartetos iniciales, mientras que los dos tercetos se reservan para plasmar la queja por un amor que, a modo de círculo vicioso, se torna más imposible cuanto más aumenta el dolor: el árbol crece y se aleja cada vez más de la figura humana de Dafne porque es regado por las lágrimas de Apolo, que se lamenta de esa transformación.
Apolo y Dafne de Gian Lorenzo Bernini.
Apolo y Dafne, Gian Lorenzo Bernini. |
El tratamiento del mármol de Bernini simula que, al mirar la escultura desde diferentes puntos de vista, la transformación de Dafne está ocurriendo en ese mismo momento ante nuestros ojos, creando una suerte de movimiento a través del desequilibrio y la inestabilidad.
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