La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vicente Huidobro |
Vicente Huidobro es una figura imprescindible no sólo en el marco de la literatura chilena, sino en el ámbito de las vanguardias y de la creación poética. Su revolución lingüística y su obra literaria han pasado a la posteridad así como algunos episodios de su excéntrica vida, tales como el rapto de una adolescente de la cual el poeta estaba enamorado, su candidatura a Presidente de la República o las constantes llamadas a las autoridades denunciando su propio secuestro. Sin lugar a dudas, las actividades literarias de Huidobro fueron capitales para el desarrollo de la poesía vanguardista, ya que fue el iniciador y el difusor de la primera corriente de vanguardia nacida en Hispanoamérica: el Creacionismo. Hoy, en Apuntes de Babel, queremos repasar el legado del potente creador que fue Huidobro y difundir la importancia de la revolución que el poeta introdujo en la historia de la literatura.
- Primeros años.
Vicente García-Huidobro Fernández nació el 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile. Desde su nacimiento, producido en el seno de una familia aristocrática, Huidobro se acostumbró a una vida acomodada y elitista. Realizó numerosos viajes desde su infancia, que le proporcionaron un enorme enriquecimiento cultural.
Aficionado a la literatura desde muy joven, empezó a escribir sus poemas cuando tenía 12 años, creó y organizó tertulias y revistas literarias, y pronto publicó sus primeras obras: Ecos del alma (1911), La gruta del silencio (1912), Canciones en la noche (1913), Las pagodas ocultas y Pasando y pasando, de 1914.
Aunque en estos primeros títulos son fácilmente rastreables las influencias de poetas como Bécquer o Darío, Huidobro comienza a configurar durante esta época, al menos en el plano teórico, su propia y original poética. En 1914, lee en el Ateneo de Santiago Non serviam, el texto fundacional del Creacionismo. En él, Huidobro expone que el objetivo del poeta no debe limitarse a imitar la naturaleza, sino que tiene que competir con ella en su función creadora (de ahí, el nombre del movimiento). Por lo tanto, rechaza toda la poesía aparecida hasta ese momento.
Dos años más tarde, en 1916, aparecen, ya con claros tintes creacionistas, los poemarios Adán y El espejo de agua, al cual pertenece el poema “Arte poética”, que supone una verdadera declaración de principios en cuanto a su concepción de la creación literaria y de la función del poeta:
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.
En este mismo año se traslada a París, como poeta ya consolidado e iniciador del Creacionismo, donde permaneció dos años a lo largo de los cuales trató con un gran número de artistas e intelectuales vanguardistas, como Picasso, Apollinaire, André Breton, Jean Cocteau, Juan Gris, Tristan Tzara, Reverdy, Modigliani o Joan Miró. Gracias al contacto con las vanguardias europeas, Huidobro introduce los movimientos vanguardistas en los círculos literarios españoles cuando en 1918 se traslada a Madrid, una vez finalizada su primera andadura francesa. Influido por la Gran Guerra (que provoca en el chileno un creciente interés por la política), Huidobro publica este mismo año, entre otros títulos, Poemas árticos y Ecuatorial.
Durante la década de los 20, el poeta alterna sus residencias en Santiago de Chile, París y Madrid, y continúa publicando numerosas obras tanto en español como en francés. En 1931 aparece Temblor de cielo, la obra favorita del autor. Sin embargo, será ese mismo año cuando aparezca la obra cumbre del Creacionismo.
- Altazor o el viaje en paracaídas.
Vicente Huidobro concibe la poesía como único camino de conocimiento válido, y la palabra es para el poeta creacionista el verdadero acto de creación. Por lo tanto, llega a la conclusión de que hay que romper con la lengua, que con sus signos convencionales limita la percepción de la realidad.
El poeta, en su única condición de creador, debe destruir los límites impuestos por la razón, y con ayuda de la metáfora como principio generador, debe evocar a través de la imagen. Así, descarga las palabras de su significado original, incluso llega a silenciarlas.
Recogiendo estos preceptos teóricos, aparece en 1931 (aunque Huidobro lo estuvo gestando desde 1919) la obra Altazor o el viaje en paracaídas. Es, sin duda, el poemario que mejor puede justificar toda la formulación teórica del Creacionismo. El poema Altazor tiene entidad en sí mismo, no es una copia de la realidad.
A través de sus siete cantos (precedidos por un «Prefacio» en prosa), Altazor supone un viaje vertical a través del lenguaje, un descendimiento desde las alturas a través del cual el lenguaje ordinario va escapando a la lógica para acabar sometido a su utilización imaginaria y no racional, configurándose así un nuevo lenguaje poético. Por lo tanto, este recorrido que transita Altazor, marcado por Huidobro, tiene en los primeros "Cantos" reminiscencias claramente románticas, simbolistas y modernistas que se van perdiendo poco a poco, para acabar alcanzando un lenguaje absolutamente abstracto e ininteligible.
A continuación, vamos a realizar un recorrido por algunos de los versos más significativos de las distintas partes de Altazor para dar cuenta de cómo Huidobro se deshace de las formas lógicas del lenguaje y lo desarticula a lo largo de la obra maestra del Creacionismo:
Prefacio:
Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Canto II:
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones
íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Canto III:
Y el avión trae un lenguaje diferente
Para la boca de los cielos de siempre
Canto V:
Aquí comienza el campo inexplorado
Redondo a causa de los ojos que lo miran
Y profundo a causa de mi propio corazón
Canto VI:
Ala ola ole ala Aladino
El ladino Aladino Ah ladino dino la
Cristal nube
Adónde
en dónde
Lento lenta
ala ola
Ola ola el ladino si ladino
Canto VII:
Olamina olasica lalilá
Isonauta
Olandera uruaro
Ia ia campanuso compasedo
Tralalá
- Después de Altazor.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939), Huidobro participó de un modo muy activo. Dio múltiples conferencias en favor de la República y participó en el Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia en 1937 junto a otros intelectuales como Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Ernest Hemingway, César Vallejo, Octavio Paz, o André Malraux.
También participó en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual colaboró como corresponsal desde París para La Voz de América. Además, entró en Berlín junto a las tropas aliadas, y se jactó de haber recuperado el teléfono de Hitler.
Durante este tiempo, Huidobro continuó escribiendo tanto poesía como novela, ensayo, novela y manifiestos tanto en español como en francés. Algunos de ellas son Gilles de Raíz (1932), La próxima (1934), En la luna (1934), Sátiro o el poder de las palabras (1939) y El ciudadano del olvido (1941).
Tras la Segunda Guerra Mundial, Vicente Huidobro regresó definitivamente a Chile, donde permaneció el resto de su vida. Murió allí el 2 de enero de 1948, a los 54 años, a causa de un derrame cerebral provocado por una herida recibida en la contienda mundial.
De esta manera, vivía y moría uno de los escritores más destacados de la literatura chilena y de las letras universales, impulsor de numerosas revistas y tertulias, fundador del Creacionismo, difusor de las vanguardias y dueño de una vida rica en extravagancias, excentricidades y mucha, mucha cultura. Sus restos reposan en Cartagena, Chile, en una tumba cuyo epitafio redactó el propio poeta:
Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar.
La poesía vanguardista hispanoamericana (III). Oliverio Girondo
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