lunes, 5 de octubre de 2015

Erotismo y muerte en Jorge Gaitán Durán

Jorge Gaitán Durán
Jorge Gaitán Durán
En plena década de los 50, el tratamiento del erotismo en la poética del autor colombiano Jorge Gaitán Durán es muy poco habitual. Si hasta ese momento la tematización del eros sexual se realizaba en torno a las cargas morales y dogmáticas que la sexualidad conllevaba, la poesía de Gaitán responde a la necesidad de liberar al individuo de tales cargas, proponiendo además que es en el erotismo, y en la relación de éste con la muerte, donde culminan todas las potencias del hombre.

Jorge Gaitán Durán fue un poeta colombiano nacido en 1924. Viajó a Francia muy joven y regresó a Colombia para trabajar por la cultura nacional. Allí fundó la revista Mito junto a Valencia Goelkel. Mito no fue una revista vanguardista, sino un proyecto de renovación sociocultural de su país natal. En el ámbito literario, su propósito de modernización consistía en que la literatura hispanoamericana formase parte del canon occidental junto con la literatura europea.  Gaitán Durán fue, entre otras cosas, periodista, ensayista y traductor, pero aquí nos centraremos en su labor como poeta. 

En 1946 publicó Insistencia en la tristeza, libro de raíz romántica en el que se encuentran los versos más juveniles del autor. Un año más tarde, y con un marcado acento social, aparece Presencia del hombre, donde el poeta reclama libertad. 

La calidad de sus versos y la complejidad de su poética crece de forma gradual según va publicando.
En su poemario Asombro el poeta cambia totalmente el tono de su poesía anterior. El tema central es el asombro ante la belleza y el sexo, y aquí inicia una reflexión sobre el erotismo que perfilará en su libro Amantes, con el que el autor se consagra como una figura reconocida dentro del ámbito cultural nacional. 

En 1961, Gaitán Durán publicó su último libro, Si mañana despierto. En este poemario se consolida la inminencia de la muerte, una muerte que se halla en tensión vital con el erotismo. 

Sé que estoy vivo...

Sé que estoy vivo en este bello día
acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos, no existía
este mundo radiante. ¡Nunca en vano
al deseo arrancamos el humano
amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte.


El orgasmo, según la definición de Gaitán, era el “instante en el cual la intensidad de la existencia se revela y fulmina la historia”, o “prueba radical de que estamos en el mundo y la única libertad posible en el mundo abrumador”. El instante del orgasmo es homólogo al instante de la muerte, ya que ambos suponen el desprendimiento de la vida. La muerte, al fin y al cabo, es otra apariencia de la energía cósmica. 

Que el erotismo se convirtiera en tema de reflexión no fue azaroso. Hasta Gaitán Durán, el hecho sexual se había expresado en la literatura colombiana a través de eufemismos, insinuaciones o silencios. Los intelectuales de los 50, ante esta problemática, intentaron encontrar nuevas formas expresivas para lo erótico. Esto suponía, sobre todo, un problema ético: había que liberar al hombre del sentimiento de culpa que suponía el disfrute del cuerpo en relación con el amor, pero antes, debíamos liberar nuestro propio lenguaje. Dijo el mismo Gaitán: 

"Porque el poema viola el lenguaje, logra también violar nuestra intimidad. La poesía es una forma de violencia. Sólo la poesía puede capturar el erotismo." 

Pero finalmente ve que esta renovación no se podía llevar a cabo debido a la imposibilidad de que el lenguaje exprese íntegramente y en toda su intensidad la experiencia sexual; él desconfía finalmente de la palabra para captar la esencia del mundo. El propio poeta llegó a decir: 

"Pero, ¿cómo transformar en dato la vibración irrepetible de dos cuerpos que se vuelven uno ante la muerte?"

Así lo hace ver en su poema “Se juntan desnudos” de su libro Amantes

Dos cuerpos que se juntan desnudos
Solos en la ciudad donde habitan los astros
Inventan sin reposo al deseo.
No se ven cuando se aman, bellos
O atroces arden como dos mundos
Que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.
Solo en la palabra, luna inútil, miramos
Cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,
Se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,
Estrellas enemigas, imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros entre mil soles
Que se despedazan, se besan hasta el fondo,
Saltan como dos delfines blancos en el día,
Pasan como un solo incendio por la noche.



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