Manuel Machado. |
El poeta y dramaturgo Manuel Machado es también conocido como el “Verlaine español” (aunque ambos poetas no llegaron a conocerse nunca), ya que intentó aclimatar en España las corrientes parnasianas y simbolistas francesas, pero sobre todo es recordado por ser el hermano del prolífico literato Antonio Machado. Manuel no ha gozado nunca del reconocimiento que el paso del tiempo ha otorgado a su hermano pequeño, sin embargo, su escasa fama no tiene relación alguna con la calidad de su producción. Una mala recepción de su obra por parte de la crítica del momento junto a algunas circunstancias biográficas han supuesto que Manuel Machado quede relegado a un segundo plano tanto en los libros de texto como en la historia de la literatura. Hoy, en Apuntes de Babel, queremos desentrañar los hechos que han mantenido a Manuel Machado en la sombra (muchas veces, en la alargada sombra que proyecta un poeta como Antonio), y recomendamos la lectura de sus poemas a través de un breve recorrido por su vida y su obra.
Manuel Machado nace en 1874 en Sevilla, en el seno de una familia de clase media e ideas progresistas y liberales. Su padre, Antonio Machado y Álvarez, era un conocido folclorista sevillano de sobrenombre “Demófilo”. Un año después, en 1975, nacería su hermano Antonio.
Siendo un niño, en 1883, se traslada a Madrid con su familia, y ambos hermanos estudian en la Institución Libre de Enseñanza siguiendo la línea de la educación liberal que ya les había sido inculcada en el hogar familiar, y termina licenciándose en Filosofía y Letras. A los 20 años publica, junto con Enrique Parada, su primer libro de poemas, Tristes y alegres, y dos años después, su madre lo envía de regreso a Sevilla debido a su vida de amoríos en Madrid. En Sevilla se compromete con su prima Eulalia Cáceres, la que será su mujer, pero sigue dedicado a una vida de fiestas, toros y flamenco.
Más tarde, decide pasar en París los últimos años del siglo XIX para ganarse la vida como traductor en la editorial francesa Garnier Frères. Traduce obras francesas como Fiestas galantes, La buena canción o Romanzas sin palabras de Verlaine, que más tarde repercutirán en su poética. Antonio pasa con él una temporada. Tanto allí en París como en Madrid, ambos hermanos tienen contacto con muchos intelectuales, como Rubén Darío u Oscar Wilde.
Manuel Machado se empieza a formar como poeta modernista. Su poesía comparte rasgos poéticos fundamentales con este grupo, como el cosmopolitismo, el exotismo, o la influencia simbolista; además, el propio Machado se incluye en una nómina elaborada por él mismo de artistas modernistas, en la que aparecen, entre otros, Valle-Inclán, Baroja, Azorín, Benavente, Juan Ramón Jiménez, Villaespesa, Rusiñol y Unamuno.
En 1902 aparece Alma, su primer libro modernista. A pesar de haber publicado anteriormente dos obras (Tristes y Alegres, en 1894 y Etcétera, en 1895), éste es el que considera Machado su primer libro. Alma se gestó en París y es el fruto de su actividad poética allí desarrollada.
Integrado en los círculos literarios de Madrid, Manuel Machado continúa publicando poesía: Caprichos en 1905, La fiesta nacional en 1906 o Alma. Museo. Los cantares en 1907. Esta obra recoge su producción simbolista, parnasiana y popular andalucista respectivamente. Se encuadra dentro del simbolismo intimista y verleniano. Es un poemario muy heterogéneo en el que se condensan lo romántico y modernista, lo español y lo francés, París y Andalucía.
A partir de aquí se inicia una época de depresión que llevará a Manuel a la mala vida.
En 1908 realiza otro viaje a París, que le marcará negativamente. Años antes, en París, la bohemia romántica había supuesto un movimiento de jóvenes que rechazaron la sociedad a la que pertenecían, es decir, al mundo burgués, pudiendo volver al seno de este mundo cuando quisieran. Ya que procedían de familias adineradas, la mayoría de ellos se dedicaba a los estudios y al arte, hasta que esta bohemia dio un giro que hizo de los artistas un grupo de radicales intelectuales sumidos en un mundo de suburbios, alcohol y mala vida.
Esta fue la bohemia que Manuel Machado encontró al volver a Francia, y en torno a esa mala vida, surgieron los poemas de El mal poema, publicado en 1909. El poeta fue condenado por gran parte de la crítica como consecuencia de la publicación de esta obra. Críticos, intelectuales y periodistas denunciaban la inmoralidad que destilaba El mal poema La alabanza a la frivolidad, al vicio y al libertinaje; el elogio de la canallería y la picaresca; y el cínico aplauso que Machado hacía de la vida bohemia, fueron motivo de escándalo para los más conservadores, que veían en el libro un germen de revolución que atentaba contra la civilización y el progreso de la nación. Para ellos, lo que el poeta presentaba en su libro era un estilo de vida de desenfreno, desorden y vagancia completamente antisistema, una ideología dañina para la sociedad y peligrosa en manos del ingenuo lector medio, y por ello debía ser silenciado. Así comienza la obra El mal poema:
Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.
Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...
Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.
Pero El mal poema no hace apología de la llamada golfemia. Es cierto que presenta elementos poco decorosos, los propios de este estilo de vida: el alcohol, las mujeres, la noche… No se trata de una loa, de la defensa de la mala vida del bohemio. Machado simplemente pretende retratar la vida que ha llevado hasta entonces; la vida por la que sus padres no pudieron hacer carrera de él y lo enviaron a un internado; la vida que, junto a su hermano Antonio, llevó en París, capital de la poesía, el amor y la decadencia; la que siguió en el Madrid popular de principios del siglo XX. El mal poema no es pues la peligrosa idealización que la crítica censuraba, sino una confesión de vida: la de un bohemio desencantado e irónico que se ríe hasta de su propia sombra, no sin cierta amargura.
En junio de 1910 se casa con Eulalia Cáceres, lo que le lleva a buscar una profesión estable. Así, en julio de 1913 obtiene una plaza de bibliotecario en la Universidad de Santiago de Compostela, pero el destino no le agrada y consigue el traslado a la Biblioteca Nacional Madrid.
Es, con toda seguridad, la causa ideológica la que hizo de Manuel Machado un poeta que cayó en el olvido hasta que fue rescatado muchos años después. Su posición en el panorama de la literatura española de fin de siglo ha sido la de poeta relegado a un segundo plano, haciendo que su obra se editase mucho menos que lo que el poeta merecía. Su adhesión al régimen franquista se produjo, más que por causas ideológicas, por motivos circunstanciales y geográficos: la visita a Burgos de Manuel y su esposa para ver a una cuñada monja del poeta fue decisiva para que el matrimonio no pudiese salir de España durante la guerra civil; mientras tanto, Antonio y su madre cruzaban la península camino a Coillure.
A partir de este momento se produce un cambio en Manuel. Los versos que escribió dedicados al general Franco le valieron el reconocimiento y el salvoconducto para vivir dentro de un régimen ultraderechista. En 1938, Machado se convierte en miembro de la Real Academia Española. Hasta su jubilación en 1944, trabaja como funcionario en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua Española. Falleció en Madrid el 19 de enero de 1947, dejando poemarios como Alma, El mal poema, Cante hondo o Ars moriendi, así como varios ensayos y algunas obras de teatro escritas junto a su hermano Antonio. Nos despedimos con un poema que otro excelente autor, Gerardo Diego, le dedicó al poeta andaluz:
A Manuel Machado, de Gerardo Diego.
Porque se llama Manuel
y Machado se apellida,
en su verso Muerte y Vida
juegan partida y nivel.
¿Quién vence? Tablas. Y él,
banderillero de Apolo,
supo, cantó y está solo:
ese poeta chapado
que se apellida Machado
y le llamaban Manolo.
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