lunes, 23 de noviembre de 2015

Galdós: genio y figura

Galdós y el billete de 1000 pesetas
Billete de 1000 pesetas en circulación hasta 2002.
Fuente: desequilbros.blogspot.com
La Generación del 27 criticó inmensamente la obra de Benito Pérez Galdós, al que llamaban despectivamente “Don Benito el garbancero”. Se cuenta que en una reunión, Lorca y Aleixandre, que habían bebido de más, se confesaron mutuamente que adoraban a Galdós y que leían sus novelas a escondidas, aunque mantenían la postura de detractores del autor para no desentonar con el espíritu del grupo literario. Benito Pérez Galdós plasmó con maestría la sociedad y las costumbres del siglo XIX; su obra, en su conjunto, supone el reflejo de la realidad histórica y una reflexión sobre la naturaleza humana. El autor canario se convirtió en el mejor cronista de la época que le tocó vivir a través de minuciosas descripciones del entorno, profundos retratos psicológicos y maravillosos diálogos adecuados a la condición y clase social de los personajes. Galdós es el máximo exponente del Realismo español y el novelista esencial de su tiempo, y a continuación vamos a realizar un breve recorrido sobre las fases de su producción literaria.

1. Novelas de tesis.


En su primera etapa, un Galdós politizado, comprometido y combativo refleja en sus novelas de tesis el conflicto ideológico español representado en la lucha de un protagonista virtuoso contra una sociedad que encarna las taras morales de los españoles. A esta época corresponden obras como La Fontana de Oro, Doña Perfecta y Marianela. El novelista estuvo vinculado a los movimientos revolucionarios de su época y apoyó el cambio hacia la nueva sociedad liberal del siglo XIX en un momento clave, posicionándose a favor del progreso de la sociedad. Sin embargo, esta representación tan esquemática y maniquea del enfrentamiento de las dos Españas, la liberal y la tradicional (dos maneras de entender la realidad), no le permite representar fielmente la complejidad de la vida.

2. Novelas realistas y naturalistas.


El propio Galdós hubo de percatarse de la carencia de complejidad de estas novelas inicales, ya que entre sus dos primeras etapas transcurrieron tres años en los que el autor no publicó. Durante este tiempo se forjó una nueva realidad en España: la burguesía española había crecido irremediablemente. Bajo la influencia naturalista de Zola, Galdós cultivó la novela con nuevos matices, construyendo personajes cuyo comportamiento estaba determinado por causas ambientales, psicológicas y biológicas, sin perder de vista las causas históricas (Galdós no deja de ser, en ningún momento, cronista de su tiempo). De ahí que Fortunata y Jacinta suponga el culmen de esta segunda etapa: la observación de la burguesía y sus costumbres (una burguesía estéril, como Jacinta) le hace perder sus esperanzas para posicionarse del lado de la malograda Fortunata, representante del pueblo. La desheredada, Tormento y Miau son obras que también corresponden a esta etapa.

3. Novelas espirituales.


Tras la importante etapa naturalista, llega su etapa espiritualista. Es aquí donde el lector encuentra a los héroes galdosianos por excelencia, aquellos que, instalados en las clases más bajas de la sociedad, muestran una lucha incesante contra la tragedia, contra la monstruosa realidad, contra una inhumana clase media que los hunde a pesar de sus bondades y virtudes. Esta concepción trágica y desgarradora de la vida hace que los protagonistas de las obras de esta etapa necesiten de lo espiritual para sobrellevar una insoportable existencia. Tristana, Nazarín y Misericordia reflejan perfectamente el espíritu de esta última etapa del universo galdosiana. Poco queda ya del Galdós combativo, sin embargo, su faceta de observador e historiador permanece inmutable al retratar la confrontación de clases en la sociedad española.

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